viernes, 27 de octubre de 2017

Con el pie cojo

Como no estaba inspirado para escribir algún poema (o prosa en verso), me veo convencido a escribir lo sucedido en este día tan lindo.
    Baje del cerro hacia el centro de la ciudad, con el propósito de buscar un libro, El Libro vacío y Los años falsos de Josefina Vicens. Estaba en mi la creencia de que no lo encontraría tan rápidamente, que buscaría en todas las librerías que conociera y no terminaría por encontrarlo. Entonces, puse un pie sobre la primera librería y pregunté. Unos pocos segundos bastaron para que el joven que despachaba, entregara el libro a mi entusiasmo y yo sacara el efectivo para pagarlo.
Me llamo mucho la atención, al leer sobre su autora en Las indómitas de Elena Poniatowska.
    Al salir de la librería, me dije: ¡Eso fue muy fácil! Vamos a comer.
    Comí en el McDonald del zócalo, solo, en una mesita para tres comensales. Pedí una hamburguesa triple con papas y refresco, que cayeron muy bien a mi hambriento estomago.
    Casí terminando de comer, vi parada, en la entrada del restaurante, a una chica del Colectivo de escritores -al cual he sido invitado a participar- buscando, tal vez, a alguien o lugar donde sentarse. Al darme cuenta de su presencia, Liz -como yo recuerdo que se llama- me saludo y yo, haciendo lo propio, le dije "¡Hola!" con una papa embarrada de catsup a medio comer en mi boca. Ella salio sin más y yo seguí con lo mio. Termine de comer y salí con rumbo al puesto de revistas, para comprar el periódico donde el colectivo publica. Luego, me dirigí hacia la biblioteca del estado y en el camino me encontré con la maestra Angelita  que con una preocupación maternal me saludo y me pregunto el por qué caminaba cojo.
    -Me lastime el dedo gordo del pie.
    La maestra me dijo que me cuidara, como si me regañara y se despidió de mi.
    Ya en la biblioteca, busque de nuevo a Josefina Vicens, pero no estaba en el catalogo. Sin algún autor u obra en mente, busque en el pasillo de Literatura y Retórica, esperando encontrarme algo interesante. Tampoco tuve que esperar tanto para hallarlo, pues apareció  un libro de las obras completas de Sor Juana Ines de la Cruz (El próximo 9 de noviembre habrá una lectura de las obras de esta autora, en la librería del ayuntamiento). Le tome fotos a los versos que me gustaran y sorprendieran, y que cumplieran con un comodo requisito: que cupieran en una sola foto.
    Me canse de leer y para descansar, me puse a escribir un rato lo que ahora lees. Me sentía sediento, pero seguí leyendo tras desentumir mi cuerpo, buscando algún otro libro interesante. Octavio Paz apareció con su poesía tan desconocida para mi. En resumen, a Sor Juana y a Paz le dedique una hora a cada uno. Un poco más de dos horas estuve leyendo en la biblioteca, a pesar del todo el ruido que había, pues parece que desde que es más concurrida, la gente no respeta el silencio que debería permanecer en una biblioteca.
    Me gustaba más la biblioteca del estado cuando estaba desolada, casi como un edificio abandonado, cuando los únicos seres humanos presentes eran los empleados del lugar. Eso me pasa por no haber venido más frecuentemente como me propuse hace ya algunos meses.
    Termine de leer y cansado y con el pie cojo, subí a la combi y a mi casa llegue. Durante el viaje de regreso, escribí un pequeño poema. Parece que leer a estos dos grandes autores mexicanos me inspiro para escupir otra atrocidad lírica. Sin más, nos vemos en la próxima entrada.

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