La calle brillaba porque sobre los charcos de lluvia
se reflejaba secos los rayos del alumbrado público. Eran la 1 de la madrugada
de un domingo ocioso. Me acompañaban mis amigos José, Iván y Susana. Todos
estábamos nerviosos, yo sentía que mis piernas estaban más frías que de
costumbre. Cruzamos la calle después de un taxi, el cual se detuvo a bajar dos
chicas que iban al mismo lugar que nosotros: el View. Una de esas chicas era
demasiado alta, sus caderas eran pequeñas y su espalda era robusta, haciendo
contraste con su vestido de un gris azulado entallado. Su pelo era rubio y
traía puesto un gorro gris, sus zapatillas grises de un tacón muy alto.
Entramos a la plaza
comercial donde esta esté antro tan mentado.
- Son $40 de cover.
Iván recibió todos los
boletos y antes de entrar nos revisaron los bolsillos. Claro, no llevábamos
algo que no deberíamos, solo íbamos a divertirnos. Subimos las escaleras, el
ruido ya era fuerte, pero al subir y ver la pista de baile, esta estaba vacía.
Solo las luces de colores y la música se atrevían a pisarla.
Pedimos un cubetazo para
empezar, el mesero llego después con las 6 cervezas, destapo tres, Susana pidió
un refresco. Pasaron unos minutos para que la primera pareja cateara la pista
de baile. Fueron un chico y una chica, la misma de vestido gris azulado que vi
al entrar. El chico tenía que alzar mucho la vista para verla a los ojos, ella
vacilaba, pero la música venció sus cuerpos con sus estruendosos beats y
melodías repetitivas. Invitaban a uno a saltar o a moverse todo lo posible.
Enseguida más parejas se unieron, un chico invitaba a otro a bailar y se
sonreían coquetamente. Ahora la pistaba repleta, la música subió de volumen, el
sudor en sus frentes los hacia brillar; sus pasos de baile no eran los mejores,
pero la cuestión era moverse.
La gente seguía bailando, yo
apenas había tomado media cerveza y José e Iván ya iban con la segunda. Voltee
hacia la entrada, y vi como un hombre que parecía un dorito con piernas
entraba, con el singular caminar que tienen las personas musculosas. Por su
camisa amarilla y sus shorts pequeños, además de su cuerpo tan chusco, se hizo
presente para luego desaparecer atrás de la barra del bar. La playlist (porque
era obvio que no había un DJ en vivo) había llegado una canción más tranquila,
la primera pareja bajo de la pista y cada uno de ellos regreso a su mesa. Perdí
de vista a la chica, pero vi perfectamente cómo, cuando el muchacho se sentó en
su lugar, un amigo suyo le dijo:
-¡Jajaja! Pinche vato. -
Como quien recibe a su amigo tras proponerle un reto.
Me termine mi cerveza y me
abrieron la segunda. Susana me pidió que bailara con ella, tomo un trago y me
levanto de la silla. Ella y yo nos subimos en el pequeño lugar que había libre
en la pista y comenzamos a bailar. Mis pasos de bailes son los más carentes de
creatividad, pero cumplían su función. Y entre las luces de colores iba
recolectando miradas, la mayoría sonreía, otras se comían a la pareja que
tenían enfrente, se mordían los labios, invitaban a sus parejas que se acercaran.
Una pareja de novios bailaban a nuestro lado, el chico era muy delgado, hasta
los huesos y la chica estaba muy rellenita, con su gran panza de bolsa de agua
fresca. Bailaban y se detenían para darse besos muy apasionados, parecían
desaparecer entre sus bocas, como formando un solo rostro.
Susana y yo seguimos
bailando quien sabe por cuánto tiempo hasta que yo le dije que necesitaba
descansar, estaba ya muy sudado y me había aburrido de la música. Sin embargo,
el ambiente en el lugar era genial, se sentía tan bien estar allí. Tome
rápidamente mi cerveza que ya estaba caliente y enseguida me abrieron la
tercera, más fría, más agradable de tomar. Susana saco a bailar a José. Me
aburría, pues no pasaba que la gente solo bailara y los demás bebieran en sus
mesas. Después llego el segundo cubetazo. Por lo menos había más cervezas aún.
En la pista, subieron tres chicas, dos de ellas llevaban un outfit muy casual,
pero la que sobresalía era la más chaparra, con un vestido entallado de color
blanco con rayas azules, haciendo resaltar su trasero, que en la pista de baile
se movía como si de sus caderas saliera cada beat de la música. Me quede
clavado en su silueta y por un largo rato la observe bailar buscando su mirada,
mas no lo logre.
De repente, la música se
calló, todos bajaron de la pista y una voz anunciaba “¡La primera salida de la
noche!”. A la pista subieron el hombre dorito con un disfraz de policía y tras
de él, una colegiala con un cuerpo muy desviado de los cánones de belleza con
una mirada de culebra. Se introdujeron por el laberinto de mesas, cada uno por
su camino: el policía hacia las mujeres (que eran muy pocas) y la colegiala
hacia lo hombres, sentándose en sus piernas, bailándoles ahí. La colegiala se acercó
a nuestra mesa y bailo sobre Iván y luego se fue sin más, buscando más presas.
El show no duro mucho, los dos desaparecieron y la música sonó de nuevo. Para
ese momento, ya eran las 3 de la mañana.
Susana saco a bailar a Iván.
La pista de nuevo estaba llena. De nuevo mire la entrada, ahí llegaban una
pareja de hombres, que se pavoneaban con movimientos exagerados, con sus labios
fruncidos y un cigarro en su mano derecha. Se sentaron en una mesa donde ya los
esperaba otro hombre. Después de un rato, se paró esta pareja a bailar
desenfrenadamente y como no cabían ya en la pista, bailaron justo enfrente de
la entrada, casi en la cara del guardia de seguridad, quien los veía con cierta
incomodidad o confusión por sus movimientos.
Después de una hora más de
baile, la segunda salida empezó. La colegiala y el policía colocaron una silla
cada uno e invitaron a un hombre y a una mujer, respectivamente, para bailar
sobre ellos. El policía ya había agarrado a su chica preferida, una muchacha
delgadita y con el pelo rizado, de más o menos unos 23 años. La colegiala no
tuvo que buscar mucho, pues el muchacho delgado hasta los huesos apareció de
nuevo y se sentó. Ambos bailen compartían movimientos sugestivos: la colegiala
se apoyó con el respaldo de la silla para recibir las nalgadas del muchacho; el
policía movía sus caderas sobre el abdomen de la muchacha y otros movimientos
más.
El show acabo, el baile
comenzó de nuevo en la pista. Susana y José se fueron y solo quedamos Iván y
yo. Ya había perdido la cuenta de las cervezas que llevaba, solo tomaba trago
tras trago, expectante de algo más. En los rostro de todos se notaba la lujuria
que ardía sobre las brasas, los movimientos en la pista de baile eran mucho más
sueltos, tal vez por la inhibición del alcohol y el acaloramiento que la última
salida había provocado. Perdí la noción del tiempo, cada instante me parecía
eterno, caía en el aburrimiento y alcohol no se acababa. Tampoco quería bailar,
me sentía cansado, más bien esperaba la tercera salida por el morbo, “¿que será
lo siguiente que me espera?”.
La tercera salida comenzó,
ahora una sola silla estaba puesta en la pista. El policía salió de repente
desnudo, con un anillo que rodeaba la base de su pene. Bailaba sobándose su
miembro, bailaba pegado a las columnas, se acercó de nuevo a la mesa de la
chica de pelos rizados, volvió a la pista para una última exhibición enfrente
de todos y luego desapareció entre las sombras.
Luego apareció la colegiala
sin su uniforme, sino que con una blusa de brillitos, un top negro y un calzón
color blanco. “Un caballero cachondo que quiera subir a la pista” sonó en el altavoz.
Nadie parecía tomar la iniciativa. Así que la stripper, casi a la fuerza, tuvo
que subir a un hombre a sentarse y así pudo comenzar su show. Con música que
parecía de Las 50 sombras de Grey, ella se retorcía enfrente de él, mostrando
su culo, acariciando sus propias tetas y su cintura; pero lo curioso es que
aquel hombre tenía los ojos cerrados. “¡Vela! ¡Vela!” le decía yo desde mis
adentros. Luego ella se sentó sobre él y se quitó la blusa fallidamente, pues
se le había atorado con el arete que llevaba; ya que hubo librado de ese
contratiempo, se quitó aquel top negro y mostró ante todos sus senos que me
recordaban a los una amiga de la secundaria: apenas unos bultitos en forma de
cono, con los pezones de mamila. Ella se paró y acaricio el pecho de él desde
atrás, él intento chupar sus senos, pero ella no sé lo permitió y sin más,
termino el show.
Quitaron la silla, el baile
otra vez comenzó la gente a bailar, el alcohol era ya dueño de mis
pensamientos. Iván estaba interesado en una chica y solo recuerdo, sin saber cómo
lo logro, el apareció en la pista de baile con esa chica y me invitaron a
bailar, pero termine bailando con un chico gay que rápidamente se dio cuenta de
que no estaba interesado en él. Y ahí estuve, buscando alguna forma de zafarme
de esa situación. Vi como la chica del vestido rayado abandonaba el lugar, vi a
Iván sentado con otra chica distinta abrazándola. Luego sentí que alguien me
empujaba, era el gay que llego pavoneándose y entonces supe que era el momento
de retirarme.
Paso el tiempo entre más
tragos de cerveza, el View se iba vaciando, Iván ya estaba dormido y aun nos
faltaba la última botella. Vi la hora en mi celular y eran las 6:45 a.m.,
recordé que Iván tenía que ir a trabajar ese mismo día. Así que sacudí su
cabeza y le di unas cachetadas para que despertara y lo logre. Se terminó la última
botella y nos fuimos.
Al salir a la calle, la
humedad del asfalto se había secado, se habían quedado los charcos lodosos en
los baches profundos que caracterizan las calles de esta ciudad. Aún el cielo
estaba igual de oscuro que como cuando entramos hace ya unas horas, pero no
faltaba mucho ya para el amanecer.