A las 6 de la mañana, en punto, sonó la alarma. Cuarenta minutos tarde en arreglarme, desayunar un vaso de leche y recordar, aunque sea un poco, la capacitación que recibí durante un mes y medio por medio de mi CAE (Capacitador Asistente Electoral). Salí a la calle con colores neutros que no hicieran ningún tipo de referencia a algún partido, como me habían indicado. Me había peinado tratando de lucir mis rizos y llevaba una barba de unas pocas semanas, rala, pero existente.
Tome un taxi y llegue a la unidad deportiva Los Hermano Galeana, en el domicilio conocido. Apenas el sol intentaba alumbrar las jardineras de las canchas y a duras penas encontré o, más bien, mi CAE me encontró.
- Hola joven.- Me dio la mano y me dio los buenos días.
Desde el primer momento me pidió mi asistencia con el transporte de los muebles para tres casillas, una de esas era la mía. Iba de aquí para allá cargando sillas plegables y mesas con la ayuda de algún otro funcionario o CAE. La luz natural aún no era suficiente cuando acabamos y llegó la presidenta de mi casilla: Doña Rosy. Fuimos hasta donde había estacionado su carro, donde traía los paquetes electorales. Yo cargue con la de las elecciones locales, la que de por si era el encargado de su tratamiento durante el día como segundo secretario.
De apoco iban llegando los representantes de partido (RP) y mis compañeras funcionarias: doña Aida, la primera escrutadora; doña Xóchitl, tercera escrutadora; doña Esme, la primera secretaria, y la segunda escrutadora ni sus luces. A las 7 y media, doña Rosy me indico que empezara con el acta de la jornada electoral. Mientras las llenaba con los datos básicos, mis compañeras armaron las mamparas y las urnas. Yo seguí con el conteo de boletas y como viejas chismosas, tres RP’s se acercaron a mi exigiendo que el conteo lo hiciera en voz alta y que les permitiera ver los folios de las boletas. En cierta manera, me ayudaron con este proceso que llevo su tiempo. También doña Esme contó las boletas de las elecciones federales y ahí es cuando una RP de Morena ejerció su derecho de firmar las boletas para comprobar la integridad de estas. Esto atraso el inicio de la votación en nuestra casilla por cómo una hora. Los ciudadanos comenzaron a molestarse e incluso uno de ellos llamo a la FEPADE, a la prensa o a quien sabe quién quejándose sobre el retardo de las votaciones. Ya querían votar pues.
Cerca de las 9 comenzó la votación y durante 5 horas el flujo de los ciudadanos fue saturado y continuo. Durante ese tiempo, yo veía que una chica se la pasaba cerca de las urnas y yo preguntaba a doña Aida que quien era: no sabía responderme. Cuando me pasaron los nombramientos de mis compañeras me lleve la sorpresa de que estábamos completos y descubrí que la segunda escrutadora era esa chica llamada Andrea. Sin mayores problemas la votación siguió su curso. Los RP’s ayudaban en la búsqueda de los ciudadanos en sus propias listas nominales, doña Aida y yo resellábamos credenciales y marcábamos los pulgares de las personas con la tinta indeleble. Ya tenía manchada la mano izquierda de esta tinta, pero mi pulgar derecho seguía vacío.
Cerca de las 2 de la tarde, almorzamos todos, a mí me tocó el último turno. Fui a la lona más cercana y me compre una gordita de chicharrón con salsa roja que me supo a gloria. Como se acercaba la hora de la comida, se redujo el flujo de ciudadanos. Para ese entonces ya teníamos una lona cubriéndonos del sol, pero no del calor. En mi mano derecha me empezaban a salir callos por estar resellando las credenciales.
A las 2 y media de la tarde le dije a doña Rosy:
-Voy a ir a votar presidenta.
Doña Rosy me dijo que estaba de acuerdo y corriendo, apretando con mi puño, sobre mi pecho, el gafete de segundo secretario donde llevaba mi credencial, me dirigí a la fila de la casilla que me tocaba. Desde la mañana había sido la fila más larga, pero de alguna forma los funcionarios de esa casilla habían logrado que el flujo fuera rápido y constante. Tarde como 10 minutos formado. Llegue a la mesa, saque mi credencial y se la entregue al primer secretario, me busco en la lista nominal
-107.-grito a los RP de esa casilla y marco con el sello “Voto 2018” mi posición en la lista.
El presidente me entrego mis boletas y un minutos después entre a la mampara para votar. Fue la primera vez que ejercía mi derecho como ciudadano responsable. Reflexione aún sobre mi voto, porque seguía indeciso. Cada vez que marcaba la equis sobre el recuadro suspiraba y remarcaba bien mi intención de voto para facilitarle el trabajo a mis colegas. Antes de salir de la mampara doble mis votos, me quite del camino la cortina blanca y ahí enfrente estaban las urnas. Uno por uno iba introduciendo mis votos. Entonces me devolvieron mi credencial ya resellada.
-Márcale bien. – Le dije a la escrutadora que sostuvo mi pulgar derecho desnudo, ahora cubierto de esa tinta que por primera vez impregnaba mi piel.
Estos son solo tres pulgares de los 56 millones, 611 mil veintisiete totales que fueron a votar este 1° de julio. |
Regrese a mi casilla a hacer mi trabajo. Una hora después comí barbacoa que nos trajo nuestra CAE Mary. Las cosas siguieron igual hasta cerca de las 6 de la tarde. Yo seguí llenando el acta de la jornada electoral, pidiendo firmas a los RP y a mis compañeras. A las 6 en punto se hizo el corte de fila, aún habían ciudadanos formados y otros no alcanzaron a formarse, yéndose molestos y echando maldiciones, ¿qué más querían? A las 6 en punto marca la ley que se terminan las votaciones.
Entre todos comenzamos con la cancelación de las boletas sobrantes y el conteo de estas. Luego seguí con el conteo de los votos, la actividad que se llevó la mayor cantidad de tiempo en la casilla, terminando este proceso hasta la 1 de la madrugada del día 2 de julio. Mientras lo hacíamos, la noche nos fue cubriendo y no había alumbrado público que nos ayudara a escrutar los votos de los ciudadanos. Así que algunas personas o RP nos ofrecían el flash de sus celulares inteligentes, que apenas alcanzaba para distinguir entre votos válidos y nulos. Ya contados los montones de cada partido y coalición, yo los anotaba en un cuadernillo donde podía equivocarme y corregir, antes de ingresar los datos finales al acta de escrutinio y cómputo.
Hubiéramos terminado antes si un RP general del PRI no hubiera llegado a solo provocar un incidente, una riña de palabras solamente y que casi hace clausurar nuestra casilla y el conteo de los votos, con el argumento de que habíamos impedido el derecho a votar a alguien violentamente, para ese entonces eran las 11 de la noche. Todos los demás RP’s y nosotros, los funcionarios de esa casilla, no estuvimos de acuerdo con tal acusación. Entonces se armó un relajo durante 15 minutos, hasta que todos nos unimos y empezamos a gritar “¡Fuera, fuera!”. El RP general y la RP de nuestra casilla se fueron con la cola entre las patas y nunca más se volvieron a aparecer ahí. El conteo continúo.
Escrutinio y computo de los votos |
Aún después de terminado el escrutinio y cómputo de los votos, el trabajo en la casilla no terminaba. Doña Esme y yo seguíamos con el llenado de las actas, el recibimiento de firmas y la publicación de los resultados. Esto nos llevó otra hora más y hasta que recibimos la última firma del último representante y entregamos sus copias de las actas de la jornada electoral, de incidentes y de escrutinio y cómputo; hasta que habíamos llenado y sellado los paquetes electorales; hasta que habíamos llevado a una casa cerca de las canchas a guardar las sillas y las mesas, las lonas y los pocos focos que aún alumbraban lo que quedaba de las casillas; hasta nuestra CAE nos entregó un sobre con el fruto de 19 horas trabajo en la jornada electoral en la casilla, hasta ese momento nos fuimos de ahí. Pero aún no acaba el proceso, solo faltaba un paso más: entregar el paquete electoral al consejo distrital.
Tres segundos secretarios, junto a una CAE del IEPC y un funcionario que tenía un carro, metimos a la cajuela 4 paquetes electorales locales y en la oscura soledad de las calles de Chilpancingo a las 2 y media de la madrugada, nos dirigimos al consejo del distrito 01 del estado. En la capacitación nos habían dicho que las fuerzas armadas nos resguardarían en el transporte de los paquetes, pero no fue así. A pesar de esto, en el camino, no pasó nada anormal.
Llegamos al consejo que se encuentra cerca del CONALEP y enseguida nos recibieron los paquetes. A cada funcionario le pidieron sus datos y nos dieron un comprobante de que habíamos entregado los paquetes, que al final tuvimos que entregarle a la CAE que nos acompañaba. Mientras anotaban mis datos por la entrega del paquete, atrás de la señorita que me atendía veía al equipo del PREP capturando los datos, gritándose quién sabe qué.
Ya entregado y resguardado el paquete en el consejo, los demás funcionarios de casilla se fueron por sus propios medios a sus casas. Yo aún me quede con la CAE, quien pidió un taxi y lo pago directo a mi casa. Cuando llegue a mi casa ya eran las 3 de la madrugada: me esperaban todavía y las primeras palabras que escuche fueron:
-Gano tu abuelito.
Entre a mi cuarto, me quite las ropas para ponerme unas más cómodas, me arroje sobre la cama y programe la alarma para en la mañana ir a clases. La jornada electoral por fin había terminado, horas después me preocuparía por los resultados. En ese momento, solo quería dormir.
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