I
¿Te has
quedado alguna vez dormido un rato, cuando alguien más acaba de dormir para siempre
a tres metros, en el piso de arriba?
Y pensar
que tú estabas debajo de su espalda fría cuando dio su último suspiro y no
cerró los ojos, pero unas suaves manos los cerraron para que descansara.
Y tú te
quedaste dormido esperando a que cerrara los ojos y te lo perdiste (se siente
extraño). Momentos antes te tomaste el lujo de ver morir al sol en el
atardecer, pero no la gracia de ver el ocaso de esa persona.
Y creer
que ese cuerpo tuvo nombre, y aún lo sigue teniendo, aún siendo un cuerpo
inerte. Escuchas el rosario y no quieres subir para ver, ver a tu madre llorar,
a tus vecinos, a la demás familia. Esperas a que ellos bajen y tú les puedas
dar un abrazo, uno muy fuerte.
Se cayó
un vaso de vidrio, pero es más ruidoso el llanto, el coro femenino del rosario. Suaves voces entrecortadas cantan versos religiosos de los
cuales desconozco. Rezan y se les escucha como el nudo en la garganta se les
aprieta, casi sin dejarlas respirar.
(Aquella
persona, cuerpo quieto, frío, se llama Doña Navi)
Doña Navi
Doña Navi
Don Lino y
Doña Navi.
¿Que sera
de Don Lino sin su Doña Navi?
Él parece
tranquilo, inmutado.
¿Quiere
mostrarse fuerte o ya estaba preparado, como si ya lo hubiera anotado en su
calendario?
La pareja
siempre junta. La historia cuenta que él la robo desde muy chica, y creer que
todo culminó hace algunos momentos.
En el
momento en el que estabas somnoliento, entre la vigilia y el sueño.
II
Casi las
dos de la mañana y la gente espera el regreso de su cuerpo, rezando, aguantando
el sueño y el cansancio, yo sigo aquí, observando el evento desde lejos. Pues
mi mente esta pendeja, sin saber qué hacer.
Puto
miedoso, espero que nadie suba a verte en tu funeral, y mueras solo. Un ataúd
acompañado de un rosario sordo e inexistente, con cirios y flores, el olor a
café y a pan que van enfriándose, poniéndose al tiempo, sin sabor, y tú incapaz
de tomar un sorbo o dar una mordida.
Tú,
presenciando tu funeral, único espectador, atrapado en tu ataúd. Gritas
sordamente. No te puedes mover y el aire se acaba. El brillo de los cirios va
disminuyendo poco a poco, como el aire adentro, como la vida en tus entrañas.
Que te queda más que dejarte morir, pues nunca viviste la vida como debe ser
vivida. Siempre en piloto automático, dejándote llevar por la gravedad, por el
viento y la corriente en cualquier lado. En vez de vivir, tú estabas muriendo,
sólo que no estabas bajo del suelo, enterrado; pero si enterrado por tus penas
y malos hábitos.
III
Mediocre,
como siempre. Miraste su partida a medias, hablaste con Doña Navi, te acercaste
a ella, a medias. Al igual que amas a las personas, de a pedazos, incompleto.
-23/diciembre/2016
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