Quiero que acorruques mi deseo
bajo la sábana blanca tejida por el tuyo.
Sueño
el saborear los labios de tu flor,
fértil suelo donde darías vida
hasta al más moribundo de mis días.
No he muerto, pero no falta mucho.
Solo basta una palabra tuya
que en brutos espasmos
he de escuchar, anhelando
que abras la bóveda
de las palabras que nunca has
de dejar secar al sol.
En redobles mi lengua molerá la tuya:
caerán trombas de saliva
empapando las estrellas.
La noche se embriagara
de nuestra tentación añejada
desde hace años,
contados en miradas
Y en los roces de mi impaciencia.
Si supieras cuántas bajas
en mi sistema nervioso
provocas cuando invades mis mañanas,
cuando disparas tu mirada
justo en el centro de mi calma.
En mi cama se quedan
esas noches que siempre recuerdo...
que nunca llegarán.
La espera es el conato de un suspiro
que rima con tu nombre.